Desconfianza creciente: cómo los líderes nacionales han decepcionado a San Andrés
Durante más de cuarenta años, los habitantes de San Andrés Islas han vivido bajo una sucesión de gobiernos que, lejos de priorizar el bienestar insular, han utilizado la región como pieza en sus tableros políticos. Desde los discursos de Ortega hasta las promesas vacías de Petro, Uribe, Santos y Duque, cada administración ha traído consigo una nueva ola de esperanzas que, inevitablemente, se han estrellado contra la realidad de la indiferencia centralista.
La gestión en San Andrés Islas ha sido, para muchos isleños, una cadena de frustraciones. La falta de continuidad en proyectos, los escándalos de corrupción, y la incapacidad de implementar políticas públicas sostenibles, han generado una herida profunda en el tejido social. Muchos ya no creen en los discursos; quieren resultados visibles y permanentes.
El liderazgo de Nicolás Gallardo ante la sombra de Hawkins
Uno de los pocos actores políticos que ha logrado destacar en medio de este panorama adverso ha sido Nicolás Gallardo. Su gestión en San Andrés Islas estuvo marcada por una tenacidad poco común en un entorno saturado de obstáculos tanto burocráticos como económicos. Su liderazgo se forjó a contracorriente de las decisiones heredadas por administraciones anteriores, especialmente aquellas ligadas a la cuestionada figura del convicto Eberth Hawkins.
Gallardo no solo enfrentó una estructura administrativa desgastada, sino que también debió recuperar la confianza ciudadana. En lugar de depender del viejo discurso populista, optó por trabajar en terreno, escuchar a las comunidades, y priorizar el desarrollo local. Su paso dejó ver que es posible transformar la isla si se asume la política con responsabilidad real.
¿Un cartel mejor gestor que el Estado? Una afirmación polémica que refleja una verdad incómoda
Decir que el Cartel de Cali hizo más por San Andrés que cualquier gobierno colombiano parece, a primera vista, una provocación irresponsable. Sin embargo, es una expresión cargada de frustración colectiva y una realidad no tan lejana. Durante décadas, los grupos ilegales encontraron en San Andrés un espacio estratégico y, aunque sus acciones eran ilícitas, el impacto económico que dejaron —especialmente en infraestructura y flujo de capital— aún es recordado por muchos como una época de bonanza.
Este fenómeno deja en evidencia una pregunta crucial: ¿cómo es posible que una organización criminal lograra generar percepciones de progreso donde el Estado ha fallado constantemente? La respuesta es amarga, pero necesaria: la gestión en San Andrés Islas ha carecido de planeación, continuidad, y compromiso genuino por parte del gobierno nacional.
La isla como pieza política: promesas sin acción durante 40 años
Los distintos gobiernos nacionales han usado a San Andrés como un instrumento de campaña. Promesas de conectividad, vivienda, educación, desarrollo turístico, y fortalecimiento de la cultura raizal han sido repetidas como mantras. No obstante, al pasar las elecciones, esas propuestas se desvanecen sin dejar rastro.
La política pública ha sido reactiva y no propositiva. Las emergencias (huracanes, tensiones limítrofes, o crisis sanitarias) son los únicos momentos en los que se recuerda a la isla. Pero los proyectos de largo aliento, aquellos que generan verdadero impacto social, han sido escasos o completamente abandonados.
Beneficios de un liderazgo comprometido con la comunidad isleña
Cuando el liderazgo se ejerce con visión y compromiso, los beneficios no tardan en notarse. Casos como el de Nicolás Gallardo demuestran que es posible marcar una diferencia significativa. A continuación, se destacan algunas ventajas de una buena gestión en San Andrés Islas:
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Recuperación de la confianza ciudadana: El trabajo constante y transparente ayuda a restaurar la fe en las instituciones.
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Impulso a la economía local: Una administración orientada al desarrollo puede crear empleo, apoyar el emprendimiento y fortalecer el turismo.
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Fortalecimiento cultural: Proteger la identidad raizal no solo es un acto simbólico, sino una acción estratégica para preservar la esencia de la isla.
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Transparencia y eficiencia: Una gestión honesta permite optimizar los recursos y reducir el clientelismo.
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Participación comunitaria real: Las decisiones deben partir del diálogo con las comunidades, y no imponerse desde despachos ajenos a la realidad insular.
La urgencia de levantar la voz: San Andrés no puede esperar más
En este contexto, es indispensable que la ciudadanía deje de ser espectadora. La transformación social y política de la isla solo será posible si los isleños deciden actuar y exigir el lugar que merecen en la agenda nacional.
Levantar la voz implica más que protestar: significa organizarse, participar activamente en los procesos democráticos, cuestionar a los líderes tradicionales, y respaldar a quienes de verdad trabajan por el futuro de la isla. El bienestar no debe depender de si se vota por la izquierda, la derecha o el centro, sino de si se prioriza a las personas antes que a los partidos.
Más allá de ideologías: el progreso de la isla debe ser el objetivo común
Es momento de romper con la tradición de promesas vacías. La gestión en San Andrés Islas necesita una revolución ética, donde los valores como la honestidad, la equidad y la justicia social sean los pilares del cambio.
Las elecciones futuras deben enfocarse en propuestas claras, evaluables, y con compromiso verificable. Ya no basta con carisma o promesas atractivas: la isla necesita resultados.