Es difícil, por no decir casi imposible, encontrar un habitante de Perico (60.000 habitantes, 170 kilómetros al sureste de La Habana) que no conozca a alguien que haya padecido chikungunya recientemente.
“Casi todos en mi bloque lo tenían”, suele ser la respuesta cuando los inquilinos hablan de “ese virus”.
Este municipio de la occidental provincia de Matanzas fue en julio el primer foco de una epidemia en Cuba que ya es un problema “nacional” con “elevados índices”, según reconocieron esta semana las autoridades sanitarias.
A primera vista, las estrechas calles de Perica, con sus casas adosadas, dan una imagen de normalidad. Hasta que surgen pequeños detalles: como la cojera de alguien o la dificultad de otros para realizar tareas sencillas como sentarse.
Pedro Arturo Revilla, de 66 años, es uno de ellos. Padecía esta enfermedad, al igual que “toda su familia”, dijo a Efe. Semanas después, todavía sufre los efectos, como intensos dolores en las articulaciones e hinchazón en los tobillos.
Junto a su puerta, una mujer diabética e hipertensa de 67 años interrumpe la entrevista al enterarse de que su vecina habla de chikungunya.
“Aquí no hay desinsectación, y debería haberla, con cuántos mosquitos había aquí y cuánta gente estaba enferma. Aquí no están haciendo nada”, afirma.

Una nueva enfermedad
El chikungunya -que no estaba presente en la isla desde hacía una década- combinó dengue y oropouche, el primero transmitido por el mosquito Aedes aegypti y el segundo por mosquitos, en un cóctel perfecto.
La epidemia golpea al país en medio de una profunda crisis económica, con una capacidad muy reducida para combatir enfermedades, sus vectores y criaderos de mosquitos, especialmente fugas de agua o líquidos que se acumulan en montañas de basura que no se recogen durante semanas.
En una entrevista esta semana en la televisión estatal, Carilda Peña García, viceministra de Salud Pública, lamentó que no se pudieran realizar fumigaciones masivas debido a la escasez de combustible en el país. Sin embargo, les aseguro que el Gobierno tiene suficientes “insecticidas” y “asesinos” para limitar los daños.
También afirmó que a diferencia del dengue, el chikungunya no es una amenaza mortal, aunque podría empeorar en pacientes con una condición médica preexistente.
Raúl González, de 63 años, tiene esclerosis múltiple y ha pasado por chikungunya. Mientras muestra a Efe sus tobillos hinchados y llenos de heridas, hace un chiste crítico sobre la situación: “Deberían hacer otra versión del ‘Thriller’ de Michael Jackson. Los extras serán gratis, todos caminaban como zombies por la calle”.


Falta de datos públicos sobre los pacientes.
Él, como muchos otros, entiende que la crisis ha hecho que la respuesta del gobierno sea una quimera. Pero estaba furioso por la forma en que, en su opinión, los medios estatales intentaron restar importancia a la gravedad del asunto.
“Solo que no decimos lo que realmente tenemos… como si todo fuera normal y no hubiera nada normal. Tenemos problemas graves y todo el mundo lo sabe. Insalubridad, basura que no vienen a recoger… ¡claro que hay mosquitos si no se desinfectan! Me da rabia que mientan”, afirma.
Hasta la fecha, no hay datos públicos actualizados sobre casos de chikungunya (presente en ocho de 15 provincias), dengue (activo en 12 provincias) u oropouche en Cuba (también en 12).
Según las autoridades, en 2025 murieron tres personas diagnosticadas con dengue.
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos emitieron a finales de septiembre una nueva advertencia de viaje debido a la presencia de chikungunya en Cuba.


“Es terrible, terrible”
A unos 55 kilómetros de Peric, en el municipio de Cárdenas, la situación es muy similar. Para Beatriz Aguiar, de 64 años, la epidemia “se salió de las manos de la salud pública”.
Aunque las autoridades insisten en que el sistema de salud no está cerca del colapso y tiene capacidad para afrontar la situación, Aguiar vio algo diferente: “Uno viene al hospital y los mismos médicos dicen que los casos que llegan diariamente son terribles, terribles”.
En realidad, según relatan a Efe una decena de vecinos entre ambos municipios, muchos infectados se autodiagnostican la enfermedad y la transmiten en casa.
En parte porque las primeras horas del chikungunya son tan graves que dejan a la persona infectada postrada en cama. Y también porque, insisten, no tiene sentido acudir a consulta porque el médico se limitará a establecer un diagnóstico por observación -a falta de pruebas- para mandarles a casa a beber medicamentos que sólo se pueden conseguir en el mercado negro y a precio de pimienta.
“Realmente no es culpa de las autoridades que no sepan las cifras reales. ¿Pero por qué vas (al médico)? ¿Te recetan paracetamol cada cuatro horas, líquidos y reposo? Hay mucha gente que no puede ni comprar un blister de paracetamol, porque cuesta 500 pesos (4 dólares, al tipo de cambio oficial, el salario promedio es de 54 dólares al mismo tipo de cambio)”, dice Eneida Rodrígues, de 60 años, residente en Cárdenas. EFE



