Soberanía alimentaria como acción política y social
El periódico El País (América) destacó recientemente el trabajo de Paola James Garcés, trabajadora social en Providencia, quien lidera iniciativas en pro de la soberanía alimentaria para la comunidad local. Su labor fue resaltada en un coloquio académico en Brasil, donde compartió su enfoque en “siembra como acción política y social” en la región insular.
‘Felicity Village’: un modelo de autosostenibilidad colectivo
Paola es miembro de la cooperativa I‑Fish y promueve la Fi‑She Association, la primera organización de mujeres pescadoras en su isla. Hace tres años fundó el proyecto familiar “Felicity Village”, basado en el principio de la permacultura. Allí se cultivan frutos como ciruela, guayaba, maracuyá, mango, plátano y banano, sin pesticidas, con un enfoque en el intercambio de semillas, conocimientos y prácticas sostenibles.
Ella explica que esta propuesta nació de la autonomía personal y familiar, evolucionando hasta consolidarse como un proceso colectivo, centrado en el compartir de saberes ancestrales y con un fuerte sentido comunitario.
Visibilizando el territorio desde la perspectiva raizal
El medio internacional también enfatizó que el 90 % de los alimentos que se consumen en Providencia llegan por barco, lo cual encarece el costo de vida. Por esto, iniciativas como Felicity Village son cruciales no solo por su aporte a la alimentación, sino también por fortalecer la identidad y autonomía cultural.
En Brasil, durante el Coloquio Panamazónico de Comunidades Tradicionales, Paola participó activamente, visibilizando la voz del pueblo raizal. Su propuesta – que incluye pensar los territorios desde una perspectiva cultural, no solo geográfica – fue un aporte valioso a los debates regionales.
Autonomía, conocimiento y defensa ecosocial
Además, James impulsa la idea de reconocer la barrera de coral como sujeto de derechos, una propuesta en construcción, pero necesaria considerando la degradación que afecta a los arrecifes y la pesca local.
En definitiva, su labor hace evidente que generar autonomía alimentaria no requiere grandes espacios: cada familia o institución puede garantizar una base que promueva su independencia. Esta estrategia es especialmente valiosa frente a los desafíos del cambio climático y la vulnerabilidad del territorio.



