En el calendario global, 24 de octubre suele pasar como una fecha simbólica más. En el Archipiélago, no. Aquí el cambio climático dejó de ser teoría para convertirse en erosión de playas, oleajes más agresivos, huracanes más frecuentes e intensos y ecosistemas costeros bajo estrés. Por eso importa que se conmemore, se explique y—sobre todo—se actúe.
¿Qué es el cambio climático y por qué pega más fuerte en las islas?
El cambio climático es la alteración de temperaturas y patrones del clima, acelerada desde mediados del siglo XIX por actividades humanas (quema de carbón, petróleo y gas). El exceso de CO₂ y otros gases de efecto invernadero atrapa calor y eleva la temperatura global, empujando fenómenos extremos: huracanes más potentes, sequías, inundaciones y aumento del nivel del mar. En islas como San Andrés y Providencia eso se traduce en pérdida de litoral, afectación de infraestructuras y presiones sobre la pesca y el turismo.
Además hay un tema de justicia climática: quienes menos emiten (poblaciones pobres y territorios insulares) suelen ser quienes más sufren los impactos. La fecha sirve para recordarlo y empujar políticas que cierren esa brecha.
Nuestros “guardianes” naturales: manglares y pastos marinos
Si el CO₂ es el problema, nuestros ecosistemas costeros son parte de la solución:
- Manglares: funcionan como sumideros de “carbono azul”; capturan CO₂ mediante fotosíntesis y lo almacenan por siglos en sus sedimentos. Investigaciones desde la UNAL resaltan su valor para la mitigación y la necesidad de restaurarlos en el Archipiélago.
- Praderas de pastos marinos: retienen sedimentos, estabilizan el fondo marino, almacenan carbono y protegen la línea de costa. Iniciativas locales (como el proyecto en Cayo Acuario, con Blue Indigo Foundation y aliados) trabajan en metodologías para frenar la erosión que ya se observa por el aumento del nivel del mar y el deterioro de barreras coralinas.
Cuidar y recuperar estos ecosistemas no es romanticismo ambiental: es infraestructura natural para la resiliencia climática.
De París a Belém: la agenda internacional también pasa por San Andrés
El Acuerdo de París (2015) fijó la meta de limitar el calentamiento a 1,5–2 °C. Lograrlo exige reducir drásticamente emisiones, acelerar la transición energética y financiar adaptación en territorios vulnerables. En noviembre, la COP30 en Belém (Brasil) volverá a poner esos compromisos bajo la lupa, y el Archipiélago tendrá voz propia: la bióloga marina raizal Josselyn Bryan fue seleccionada para asistir como representante, un hito simbólico y práctico para conectar ciencia local con decisiones globales. .
Conclusión
El Día Mundial contra el Cambio Climático no es un eslogan: es una invitación urgente a cuidar los ecosistemas que nos cuidan. En San Andrés, cada raíz de mangle y cada parche de pasto marino es una barrera viva contra el calentamiento y la erosión. La ciencia local ya señala el camino; toca escucharla, financiarla y escalarla.



